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Con esta primavera de elecciones e incertidumbres europeas, la acción europea firme de François Mitterrand ofrece un llamativo contraste. Y la eficacia del trio Mitterrand-Kohl-Delors inspira una cierta nostalgia.
Este número de la « Lettre » contiene varios e interesantes testimonios sobre las convicciones europeas precoces de François Mitterrand, sobre su acción como Primer secretario del Partido socialista y sobre su obra como presidente, sobre todo de 1984 a 1992, del desbloqueo de Fontainebleau a la ratificación del Tratado de Maastricht. ¿Qué nos llama la atención, con los años, sobre su política? Primero, por supuesto su visión. Él sabía a donde iba y a donde quería llevar su país. Luego, su tenacidad. Ella ha sido necesaria para que pueda imponer su línea dentro del Partido socialista. Pero eso no era nada en comparación con la tenacidad que lo caracterizó a lo largo de los años y de los Consejos europeos para sobrepasar los obstáculos siempre renacientes, galvanizar las energías, avanzar. Siempre negociar, a diez, doce y luego a quince. Bloquear, raramente, negociar, siempre, hacer una concesión para ganar otra, unas más. Explicar, convencer, persuadir. Todos los días. Y mantener el rumbo.
Su valentía también. Osando los símbolos que hacían más irreversible y mejor entendida en cada etapa la reconciliación francoalemana, condición del resto. Hay que tener en memoria los grandes gestos simbólicos y fundadores cumplidos desde hace cuarenta años, de Reims a Verdún, pasando por les Campos Elíseos y Maastricht, osados mientras que las opiniones no estaban tan listas y era necesario convencerlas, y prepararon el logro de este 6 de junio de 2004.
Afrontándose con tal o tal de sus pares, y no soló con la Señora Thatcher. Atreviéndose con la organización del referéndum que protegería el Tratado de Maastricht de un cambio ulterior de opinión.
Visión, tenacidad, valentía. Pero agregaré a este tríptico que François Mitterrand nunca opuso el proyecto europeo y Francia. Ni en este sentido : no frenar Europa al nombre de Francia. Ni en el otro : no despreciar Francia al nombre de Europa. Era carnal para él : el territorio, los electores, la gente / histórico (la continuidad de los siglos) y político (era vigilante sobre el resguardo de la paridad entre los cuatro principales países en el seno de la Unión). Una Francia fuerte en una Europa fuerte : se le creemos cuando invocaba estos dos términos porque sabía hablar con exactitud y emoción de la una y de la otra. Esperemos que este hilo conductor y este espíritu de equilibrio no se hayan perdido.
El periódico « Le Monde » siempre ha sido injusto con François Mitterrand. Así, no es necesario notar lo que éste escribió, bajo la pluma de Henri de Bresson et Georges Marion, sobre la supuesta no invitación, en junio de 1994, de Helmut Kohl por el 50 aniversario del desembarco y objeto de múltiples polémicas al final del segundo septenio. Durante su mandato, Helmut Kohl no deseaba participar en ceremonias conmemorativas. En 1984 según el semanal Der Spiegel, el excanciller cristianodemócrata había estimado que no “era una razón para el canciller alemán de hacer la fiesta cuando otros conmemoran su victoria en una batalla donde decenas de millares de alemanes murieron.” Diez años más tarde en 1994, la ausencia del canciller a las mismas ceremonias había provocado una polémica. Una parte de la prensa alemana, en particular Der Spiegel, había sospechado François Mitterrand de haber mantenido fuera Alemania. Esta versión es desmentida hoy por el semanal, en una versión de los hechos confirmada por el excanciller, Mitterrand había pedido a la Cancillería por una eventual invitación pero Kohl había rechazado : “No queremos ser invitados” había contestado.