Manuel Ortiz Heras (UCLM) y Sergio Molina García (UCM)
En 1977 la Unión de Centro Democrático (UCD) ganó las primeras elecciones libres en España desde la II República. El Gobierno de Adolfo Suárez inició un proceso de democratización del país, en un contexto interno muy complejo como consecuencia del terrorismo, de la falta de cultura democrática, de la crisis económica y del peso de los poderes fácticos heredados de la dictadura[2]. En esa coyuntura, para el presidente, que no tenía experiencia en el marco internacional, la política exterior quedó en un segundo plano[3]. Aun así, el interés sobre estos temas fue aumentando de manera progresiva en todo el país, fundamentalmente por dos motivos. En primer lugar, el contexto internacional construido tras la II Guerra Mundial y bajo el influjo de la Guerra Fría obligaba a los países occidentales a conceder cada vez más importancia a la política exterior. Además, la aparición de las organizaciones supranacionales, sobre todo en Europa, cambió las dinámicas de poder político y económico de los estados, tal y como demostró la configuración de la Comunidad Económica Europea. En segundo lugar, el final de la dictadura obligaba al Gobierno a vertebrar una nueva agenda internacional, a pesar de que no fuese su prioridad, para acabar con nuestro dramático aislamiento.
En ese marco, una de las prioridades en política exterior para la UCD fue la adhesión a la CEE. La entrada al Mercado Común europeo les permitiría acceder a sus dinámicas económicas y políticas. Esto era muy importante para un país que llevaba cuarenta años al margen de estas estructuras y que, además, tenía importantes problemas de solvencia financiera. Al mismo tiempo, para el Gobierno era esencial obtener la legitimidad democrática europea para consolidar el nuevo sistema político español. En aquellos momentos, el terrorismo y la incertidumbre política eran dos de los elementos más importantes de la realidad española. La creación en 1978 del Ministerio para las Relaciones con las Comunidades Europeas, dirigido por Leopoldo Calvo-Sotelo, era un ejemplo de la relevancia que tenía la integración europea para España[4]. En este contexto, Francia, cuyos dirigentes se habían postulado para apadrinar la democratización española, tuvo un papel fundamental en el acercamiento español a Europa y en la consolidación democrática por tres motivos. En primer lugar, porque suponía la “puerta” geográfica a Europa. En segundo lugar, porque gran parte de las negociaciones para la adhesión dependieron de cuestiones agrarias relacionadas con la competencia franco-española. Y, en tercer lugar, porque el grupo terrorista ETA buscó refugio en Francia, lo que ocasionó problemas entre ambos países[5].
Esta nueva situación internacional de España también provocó un cambio en la relación entre los medios de comunicación y el Gobierno. Como ha demostrado Juan Manuel Fernández, las conexiones entre el Ministerio de Exteriores, el Ministerio para las relaciones con la CEE y la prensa aumentaron en busca de la configuración de una nueva política exterior[6]. Al mismo tiempo, la democratización española se tradujo en la llegada de más periodistas extranjeros a España y en la constitución de una nueva Secretaría de Estado para la Información, tras la eliminación del Ministerio de Turismo y Prensa del franquismo[7]. De esta manera, aunque la política exterior no fuese una prioridad, y pese a que algunos corresponsales consideraban que la información internacional era todavía “la cenicienta” de los diarios, lo cierto es que estos temas cada vez fueron adquiriendo más importancia, sobre todo los relacionados con la CEE[8]. Un ejemplo de esta nueva situación fue la introducción de una encuesta específica sobre la política exterior española en el barómetro CIS de 1979. No se puede olvidar que el Gobierno construyó una campaña en todo el país, respaldada por un consenso político que hoy se podría cuestionar, para tratar de mostrar la importancia de entrar en la CEE.
Los medios de comunicación no solo aumentaron el interés por la posición de España en el mundo, sino que también lo hicieron por los cambios internacionales que se sucedieron a su alrededor. En estas nuevas dinámicas, una de las transformaciones que más impactó en Europa fue la victoria de François Mitterrand en Francia en 1981 porque suponía, tal y como ha afirmado Jacques Attali, un cambio con una gran repercusión en todo el mundo por las consecuencias que podría tener para el neoliberalismo, que dominaba la esfera internacional en aquellos momentos[9]. En este artículo se pretende estudiar cómo acogió la prensa española el triunfo socialista en las elecciones presidenciales de Francia en mayo de 1981, cuáles fueron las reacciones de los corresponsales y de la sociedad española ante el cambio político en Francia y qué temas fueron los más tratados. Para ello, se analizarán las columnas de opinión y los editoriales de gran parte de los periódicos nacionales españoles. En estos textos se puede comprobar la opinión subjetiva y las intenciones que tenían los autores. Esto último es muy importante por el poder que tenía la prensa escrita en aquellos momentos. Por una parte, generaba opinión y, por otra, interfería en la propia política internacional[10]. Además, no se puede olvidar el hecho de que los medios de comunicación, que se encontraban en pleno proceso de adaptación al marco democrático, se alineaban con determinadas tendencias políticas, normalmente conservadoras, y que con sus opiniones y valoraciones sobre lo ocurrido en Francia pretendían proyectar ideas con las que defender estrategias del afín o criticar al rival[11]. Tampoco se puede obviar que la campaña francesa de 1981 fue una de las primeras en las que los partidos políticos pusieron verdadero empeño en el marketing y la propaganda[12].
Los días inmediatamente posteriores a la victoria de François Mitterrand, gran parte de los diarios españolas, al igual que habían hecho durante la campaña electoral, dedicaron numerosos artículos de opinión a analizar ese cambio de tendencia política en Francia[13]. Además de informar sobre los resultados, comenzaron a generar opinión sobre el impacto que tendría en las relaciones bilaterales la llegada del candidato socialista al Elíseo, las consecuencias para la política nacional española y también cuales estaban siendo las reacciones de los principales actores mundiales.
- ¿Un cambio en las relaciones franco-españolas?
Como se ha comentado en la introducción, las conversaciones franco-españolas eran muy importantes para la consolidación del nuevo sistema democrático, tanto en el interior como en el exterior del país. Por ello, los diferentes diarios españoles analizaron con detalle cómo influiría la llegada de Mitterrand al Elíseo en los dos temas fundamentales de las relaciones con España: el terrorismo y los problemas agrarios, asuntos que, por diferentes motivos, eran los principales escollos en las relaciones bilaterales y en las negociaciones para la adhesión. Ambas problemáticas, desde 1977, estaban teniendo una gran repercusión en la sociedad porque, a diferencia de otros temas internacionales, influían directamente en las actitudes sociales y, además, tenían un carácter muy mediático.
En 1981, al mismo tiempo que en Italia intentaron asesinar al Papa, en España aumentaron los atentados de ETA, de los GRAPO y de la extrema derecha[14]. Y todo ello acompañado de un intento de golpe de Estado en el mes de febrero, en pleno relevo en la presidencia del Gobierno después de la dimisión de Adolfo Suárez. De todos estos problemas, el más preocupante para el conjunto de la ciudadanía era el de ETA[15]. Este grupo terrorista, que actuaba mayoritariamente en el País Vasco en busca de su independencia, utilizaba la frontera pirenaica para refugiarse y organizarse en Francia[16]. Por ello, España solicitaba la cooperación del Elíseo en dos direcciones. Por una parte, ayuda para evitar que Francia fuese el centro de operaciones de ETA. Por otra parte, colaboración a través de la aprobación de extradiciones de los etarras detenidos en Francia para que pudiesen ser juzgados en el país en el que habían cometido los delitos[17].
Pese a este problema, el Gobierno de Giscard d´Estaing no llegó a alcanzar una política estable y constante en materia de terrorismo, lo que generó un choque bilateral continuo. La frialdad y reticencia gala en esta materia provocó que varios ministros de la UCD acusaran públicamente a Francia de falta de colaboración y de actuar como “santuario terrorista”, sobre todo teniendo en cuenta que a la RFA y a Italia sí les estaban concediendo extradiciones, un asunto especialmente sensible para las fuerzas políticas y sociales españolas[18]. Además, en esos momentos, Francia también estaba sufriendo algunos atentados, como el ataque en Orly de 1980, que desde la perspectiva hispana deberían de haber servido para encontrar mayor nivel de empatía entre ambas naciones[19]. Esa postura de Francia ante ETA era criticada de manera continua en los diarios, por lo que la sociedad era consciente del problema[20].
Los problemas agrarios se habían convertido en un dilema para la adhesión de España a la CEE desde la petición formal de apertura de negociaciones hispano-comunitarias en 1977. El principal motivo estaba relacionado con la competencia en los cultivos mediterráneos. Francia, que desde la configuración de la PAC se había consolidado como “la despensa de Europa”, tenía miedo a perder ese privilegio y, sobre todo, temía el descontento de sus agricultores. Este debate a nivel político se convirtió, junto al problema de ETA, en el mayor trastorno a nivel social[21]. Los conflictos con los camiones de frutas, verduras y hortalizas españolas en la frontera francesa quedaron inmortalizados en imágenes que ilustraban como grandes cargamentos hortofrutícolas eran quemados o destruidos al cruzar los Pirineos. Esto tuvo un gran impacto en la memoria colectiva española y la prensa contribuyó de manera determinante en la tensión bilateral. En 1981, por ejemplo, gran parte de la prensa española interpretó el discurso de Valéry Giscard ante los agricultores como un nuevo intento de paralizar la adhesión española por temas agrarios. Sin embargo, los medios no repararon, de manera inconsciente o premeditada, que se trataba de un discurso realizado en un marco comunitario más complejo de lo que mostraron los medios españoles[22]. Eso provocó la generalización de un mito que ha llegado hasta la actualidad.
La relevancia social y política de las relaciones con Francia provocaron que aumentase el interés por analizar cuáles serían las consecuencias del cambio político francés en las relaciones bilaterales. No se puede olvidar que Valéry Giscard d´Estaing y Adolfo Suárez no habían mantenido buenas relaciones personales, lo que influyó en la diplomacia franco-española[23]. La mayoría de los artículos de opinión que analizaron la victoria de François Mitterrand consideraron que la renovación en el Elíseo beneficiaría a las conversaciones entre ambos países[24]. El editorial de El País, uno de los diarios más relevantes en España y de carácter progresista, aseguraba que:
“En cuanto a las relaciones con España, es todavía pronto para aventurar un pronóstico. El único que puede hacerse es el que ya avanzamos en su día: no nos puede ir peor que nos ha ido con Giscard, y estamos a tiempo de esperar una mayor comprensión de la Francia socialista en lo que respecta a nuestros contenciosos con la CEE o nuestra enmarañada situación en el norte de África, lo mismo que en lo referente a la lucha contra el terrorismo de ETA. El tiempo dirá de lo fundado o no de estas esperanzas”[25].
El diario católico Ya mantenía esa misma línea optimista. Dedicó su portada al titular “Mitterrand, por un diálogo directo con España” y esa misma idea apareció en un artículo de José Colchonero, su corresponsal en Paris: “Mitterrand es probable que se muestre más consecuente de lo que ha sido Giscard en la cooperación para luchar contra el terrorismo y también en la ampliación del Mercado Común”[26]. Por su parte, La Hoja del Lunes pronosticaba que F. Mitterrand
“ayudará a España en los temas internacionales y apoyará nuestro ingreso en el Mercado Común […] Conscientes de la importancia del Mediterráneo y defensoras del desarrollo y de la democracia de Iberoamérica, las dos naciones podrían obrar conjunta y positivamente en pro de la paz y del progreso[27]”.
Desde La Vanguardia, en varios artículos también mostraron cierto optimismo con respecto al cambio político. El día 12 de mayo se recogieron las declaraciones del nuevo presidente a la Agencia EFE bajo el titular: “Mitterrand propone un diálogo directo con España”[28] y días más tarde, Luis Permanyer, en ese mismo periódico afirmó:
“estoy convencido de que ahora François Mitterrand se dispone a demostrar que además de un político nato es un estadista que sabrá estar a la altura de las circunstancias, que no habrán de ser, desde luego, precisamente fáciles”[29].
Incluso algunos periódicos que solían criticar sistemáticamente a Francia, como Diario 16, mostraron en sus editoriales cierta esperanza: “Monsieur le presidente: existen razones de muchos tipos para alegrarnos de su triunfo. No defraude a sus vecinos del sur”[30]. En este periódico coincidieron tribunas muy críticas con Francia con otros artículos que intentaban mostrar optimismo. Sergio Villar, periodista, aseguró que “hemos de felicitarnos” y Fernando Morán, que más adelante sería ministro de asuntos exteriores con el PSOE, defendió “una vieja, conocida, pero esperanzadora realidad”[31].
Aunque predominaron los artículos que consideraron que el nuevo Gobierno francés podría suponer una nueva etapa de desbloqueo para los asuntos bilaterales, también se publicaron otras opiniones muy críticas con François Mitterrand. Gran parte de ellas aparecieron en Cambio 16 y en El Alcázar. Cambio 16, como mostró Joël Bremond en su tesis doctoral, mantuvo un discurso en contra de Francia desde finales de la década de los setenta que se mantuvo en la primera mitad de los ochenta[32]. Para esta revista, la renovación del Elíseo afectaba negativamente a los intereses españoles: “nadie duda de que Mitterrand mantendrá una parecida firmeza a la hora de defender los intereses sectoriales de la agricultura o de la pesca”[33]. Las columnas de los diarios más conservadores fueron todavía más escépticas a la hora de valorar el impacto de la llegada del socialismo al poder con respecto a las relaciones bilaterales. Según El Alcázar, tras el cambio de Gobierno, “España [estaba] más lejos de la CEE”[34]. Ismael Medina, en ese mismo diario, afirmó “no es aventurado deducir que el terrorismo rojoseparatista vascogando dispondrá de mayores posibilidades todavía bajo la cobertura de un gobierno regional vasco francés”[35]. En esa línea, desde ABC consideraron que con Mitterrand no mejorarían las negociaciones para la CEE, sino que impondrían nuevas condiciones. Pese al ruido que generaban estas últimas columnas comentadas, desde la Embajada de Francia en Madrid reconocían que tras la celebración de las elecciones las críticas a Francia habían disminuido[36].
El argumentario de estos diarios, como mostró Joël Brémond, facilitó el uso de prejuicios, mitos y clichés antifranceses en la primera mitad de la década de los ochenta[37]. Y los motivos estaban relacionados, una vez más, con los problemas agrarios y con el conflicto de ETA. En el contexto de las elecciones francesas, la prensa española realizó numerosos comentarios que influyeron negativamente en la concepción que la sociedad española tenía sobre Francia, basados no pocas veces en estereotipos infundados. Gran parte de esas críticas no tenían una justificación histórica cierta, pese a que fueron repetidas en numerosas ocasiones. Destacaron los comentarios de El Alcázar y, sobre todo, de Cambio 16. El último número de abril de 1981 estuvo dedicado a analizar las relaciones bilaterales a solo unos días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales (“Francia, la dulce enemiga”). En uno de los textos de dicho dossier, Fernando Díaz Plaza consideraba que la mala relación bilateral era una constante desde el siglo XVII, pero no ofrecía datos históricos contrastados al lector[38]. En una línea similar, El Alcázar utilizó términos históricos, como el de “afrancesados”, para criticar a los socialistas que habían aplaudido la victoria de Mitterrand, a los que consideraba herederos de los “traidores de 1808”[39]. Sin embargo, ese uso político del término no tenía ninguna relación con el origen de los “afrancesados” en el siglo XIX.
- Quand on voit brûler la maison du voisin, on a raison d’avoir peur[40]
La democratización de España y su apertura internacional abrieron a este país a las dinámicas europeas. Esta nueva situación aumentó las incertidumbres políticas porque los medios de comunicación, ante cualquier cambio internacional, trataban de conocer el impacto que podría tener en el interior del país. Esos miedos e inquietudes se incrementaban cuando se trataban de países vecinos, pues el trasiego de ideas era mucho mayor. Además, España contaba con experiencias previas de los últimos lustros en los que se había demostrado la influencia entre países vecinos. Los acontecimientos de “los mayos del 68” acabaron teniendo una gran repercusión al sur de los Pirineos. El antifranquismo había aprovechado la coyuntura europea y, sobre todo, francesa, para aumentar la presión contra la dictadura. En 1974, la Revolución de los Claveles volvió a demostrar la porosidad de las fronteras. Un sector de la prensa, pese a los férreos controles, trató de retrasmitir lo que ocurría en Portugal con el objetivo de mostrar hasta qué punto podría arrastrar a una hipotética caída de la dictadura en España[41].
Este debate sobre cómo afectaría a la política nacional española el giro progresista en Francia se produjo en un momento muy complejo en la realidad política y social española. En aquellos meses, la tensión entre la Moncloa y la oposición estaba aumentando y algunos habían dado ya por finiquitado el espíritu del consenso[42]. Y, al mismo tiempo, el partido del Gobierno comenzó a sufrir sus primeras disputas internas que le llevarían a su posterior desintegración[43]. En esa difícil coyuntura, sorprende que algunos artículos sobre las elecciones francesas hablaran de la posibilidad de un nuevo Gobierno en coalición UCD-PSOE[44]. Se trataba de una fórmula que, según los analistas políticos que la defendían, ayudaría a consolidar la democracia. El principal motivo por el que consideraba probable dicho pacto se fundamentaba en la escasa probabilidad de que tras los inminentes comicios hubiese mayorías capaces de gobernar en solitario. Esta variable apenas ha sido analizada por la historiografía sobre el periodo de transición a la democracia, seguramente justificada por la etapa de gobiernos estables con mayorías absolutas en la etapa socialista.
La prensa conservadora se preocupó por el impacto que iba a tener la división de la derecha francesa en el ambiente español. Jacques Chirac y Valéry Giscard d´Estaing habían protagonizado una ruptura en la primera vuelta de las elecciones, que no fue subsanada en la segunda vuelta[45]. De hecho, algunos candidatos del RPR pidieron el voto para François Mitterrand[46]. Eso provocó, como se verá más adelante, que la prensa conservadora española justificara el cambio político en Francia a través de la división de los partidos conservadores, en lugar de otorgar una parte del éxito al programa socialista. ABC, que había apostado por Valery Giscard d´Estaing, fue el diario que más insistió en la necesidad de que la derecha española aprendiera de lo ocurrido en Francia. Sartorio, en un artículo de opinión, afirmó “la situación de Francia no nos es ajena. Los políticos españoles más identificados con los modos de hacer giscardianos no deberían echar en saco roto la experiencia francesa”[47]. Desde otra tribuna de opinión de ABC, Pedro Rodríguez advertía “esto del Mitegán es un aviso del cielo […] y que cuando los claveles de tu vecino veas ganar, pon los tuyos a remojar”[48]. En esa misma línea, Lorenzo López buscó paralelismos entre las realidades francesa y española:
“Chirac es el destructor de la mayoría giscardiana de manera parecida a la que es Joaquín Garrigues Walker, quien inicia la destrucción de la frágil unidad ucedea y, por tanto, la caída de Adolfo Suárez: “aprended flores, de mí”, pude decirse ante este flagrante paralelismo […] en lo que haga Mitterrand veremos, nos plazca o no, el futuro de Felipe González”[49].
Desde Ya, Guillermo Kirkpatrick advirtió a los líderes de UCD y de AP que debían “reaccionar antes de que sea demasiado tarde”[50].
La visión difundida por El Alcázar, una vez más, difería de la gran mayoría de los comentarios del resto de los periódicos. En este caso, no mostraron la necesidad de unificar la derecha española tras lo sucedido en Francia, sino que difundieron, a través de las columnas de opinión, un discurso basado en políticas de odio y miedo hacia el socialismo. Jasa consideraba “hoy se puede afirmar que tenemos en España las mismas condiciones que han hecho posible el advenimiento del marxismo al poder en Francia”[51]. Ese mismo argumentario lo habían difundido desde antes de los comicios. Gómez Tello en un intento de justificar el voto a Jacques Chirac escribió: “esto llevaría a Francia a un totalitarismo insidioso del que ya hablaba Alexis de Tocqueville, la opresión de un monolitismo que amenaza a los pueblos democráticos como consecuencia misma de la democracia”[52]. En ese complejo escenario, en varias ocasiones trataron de comparar el nuevo Gobierno francés con una visión distorsionada de lo que había sido el Frente Popular español de 1936[53]. Desde esa mendaz y torticera perspectiva basada en la hagiografía franquista, pretendían explicar que el nuevo Gobierno socialista, con un posible apoyo comunista, sería el origen de la ruptura nacional, haciendo una forzada extrapolación para el caso español[54]. Para este diario, “la victoria de Mitterrand supondría una oleada de socializaciones parásitas, la instauración de una burocracia social-comunista pagada a sus expensas”[55]. En esos discursos prebélicos, José Luis Alcocer hizo apología del franquismo afirmando que “en el tiempo de Franco, el Estado español se hubiera podido desenvolver mejor en su atmósfera de las relaciones internacionales con Francia”[56].
En contraposición a todas esas declaraciones, el resto de los diarios y columnas subrayaron la importancia de que la sociedad francesa hubiera optado por el cambio. En 1981 se ponía fin a más de dos décadas de gobiernos conservadores. Como señalaban desde El País, “el triunfo de Mitterrand es, en cualquier caso, en sí mismo una nueva cosa. Nos dan noticia de que en Europa los vientos de conservadurismo no han podido imponerse a la voluntad de cambio”[57]. En ese mismo diario, aseguraban en un titular que “La sociedad francesa apostó por un cambio esperanzador en política y economía”[58]. Desde el Diario Vasco, recogiendo unas declaraciones del PSOE, también apuntaban en la misma línea: “la esperanza ha vencido al miedo, demostrando de modo inequívoco la voluntad de cambio”[59]. En ese mismo día, Antxon Sarasqueta en El Diario Vasco aseguraba que “un cambio de esta envergadura rebasa los límites incluso europeos, para entrar de lleno en un ámbito en las coordenadas de la política global internacional”[60]. Todo ello certificaba que el ciclo político de postguerra, tanto en los sistemas parlamentarios como en los dictatoriales, con la tercera ola democratizadora, estaba llegando a su fin. Ese cambio de ciclo, como se acaba de mostrar, fue percibido desde la prensa española desde puntos de vista muy diferentes. Los diarios conservadores lo representaron como un peligro para la estabilidad nacional a través de argumentos críticos con las ideas progresistas. Se trató de su cruzada particular para impedir que llegase a España también el fin de ciclo de los gobiernos de la UCD y se llevase a cabo una alternancia de izquierdas. El resto de los periódicos, tanto progresistas como moderados y católicos, admitieron que el cambio en Francia era necesario y que sus posibles influencias en España no tenían por qué ser negativas. No obstante, incluso desde medios socialistas, aunque reconocían que esperaban una transformación como la francesa, también eran conscientes de que no se podían olvidar los grandes problemas del país, pues el sistema español se encontraba “con el agua al cuello” y no se podía dar por hecho una simple exportación del modelo[61].
- F. Mitterrand, el laboratorio socialista y el cambio en el marco internacional
Como se ha mostrado en la introducción, la prensa española aumentó el interés por la política exterior de este país, pero también por comprender y difundir el funcionamiento de las dinámicas internacionales. En este sentido, la victoria de François Mitterrand fue estudiada desde dos puntos de vista.
En primer lugar, se analizaron las razones por las que el candidato socialista había vencido en los comicios. No hay que olvidar que el sistema republicano francés había sido diseñado por Charles de Gaulle para mantener a los partidos conservadores ligados a su figura en el poder. Los análisis sobre estas cuestiones, como se verá más adelante, estaban relacionados con las lecturas que se hicieron en España sobre la posible influencia francesa en el panorama político español, que ha sido analizado en el apartado anterior. La mayoría de las crónicas españolas sobre las razones del cambio político en Francia coincidían con los argumentos que se estaban señalando en la prensa francesa, lo que evidenciaba que los corresponsales y articulistas estaban influenciados por los diarios nacionales de Francia[62]. En la mayoría de las ocasiones se señaló la división de la derecha, la progresiva unificación del socialismo desde 1971, el descontento social hacia el anterior presidente, los asuntos de corrupción de Valéry Giscard d´Estaing y el fracaso de su política económica como algunos de los motivos del cambio político. Ramiro Cristóbal, en la revista Triunfo, consideró que:
“el electorado prefirió la pequeña aventura de la socialdemocracia a la ineficacia […] Giscard ha sido rechazado no tanto por sus devaneos personales con los países centroafricanos, como por su ineptitud para detener el crecimiento del paro y la inflación”[63].
Fernando Jauregui, en Diario 16, estimó que “los franceses estaban hartos de Giscard. Hartos de su megalomanía y sus affaires” relacionados con los diamantes de Bokassa[64]. Jiménez de Parga, en La Vanguardia, también hizo alusión a esto último. “La imagen pública del expresidente se ha desdibujado con las noticias no desmentidas de los regalos de diamantes”[65]. Al mismo tiempo, ese mismo artículo destacaba que se habían despertado nuevas ilusiones “por la alternativa que Mitterrand” tras el agotamiento de “los planes elaborados por un economista tan serio como es el primer ministro, Raymond Barre”[66]. Además de todo ello, como afirmaban desde Pueblo, no se podía olvidar que el resultado electoral había permitido el cambio tras más de veinte años de gobiernos conservadores y que eso permitía dotar de “mayoría de edad a la quinta República”[67].
En otras ocasiones, el estudio de las razones de la victoria socialista también se centró en el papel que había jugado François Mitterrand. En la mayoría de los casos se destacaba su larga experiencia socialista, su relación con las instituciones desde la IV República y, sobre todo, su papel esencial en la reconfiguración del socialismo francés en la década de los setenta[68]. Esto último había sido una labor muy compleja, no exenta de disputas internas como la que le enfrentó con Michel Rocard entre 1978 y 1979[69]. Como afirmaban desde La Vanguardia, “su labor de reconstrucción del viejo partido socialista ha dado los frutos esperados”[70].
Los diarios más conservadores, aunque coincidieron en señalar a grandes rasgos cuales habían sido los motivos de la victoria de François Mitterrand, se centraron en destacar uno de los argumentos anteriores. Para gran parte de sus columnistas y corresponsales, la victoria de Mitterrand no era un mérito del PSF, ni tampoco un giro hacia la izquierda de la sociedad francesa. El voto progresista había sido una manera de mostrar su descontento con Valéry Giscard d´Estaing y con la fragmentación de la derecha. De esa manera, indirectamente deslegitimizaban la victoria socialista y restaban importancia al proceso de unificación y crecimiento del socialismo en Europa y, al mismo tiempo, daban a entender que el paso de Mitterrand por el Elíseo sería una etapa coyuntural mientras los partidos conservadores volvían a reestructurarse. Diario 16, en su editorial del 11 de mayo, afirmaba que los resultados había que entenderlos “más como un deseo de cambio y un rechazo hacia las formas del hasta ahora presidente, Valéry Giscard d´Estaing, que como un auténtico paso a gauche”[71]. En esa misma línea desde ABC pensaban: “cuesta creer que la conversión de Francia al equipo socialista se haya producido de forma tan fulminante cuando todo el mundo está de acuerdo en decir que si Mitterrand es hoy presidente lo es gracias a un sector de los votos gaullistas”[72] Y en El Alcázar, siguiendo su línea editorial consideraron que “los franceses no votaron socialista, sino contra Giscard”[73]. Todo ello fue acompañado de críticas hacia François Mitterrand, que contrastaban con los reconocimientos hacia sus labores que habían aparecido en la prensa progresista, moderada y católica. Para algunos artículos de opinión de ABC, de El Alcázar y de Xavier Domingo en Diario 16, Mitterrand era un “político a prueba de derrotas”, un “tragamillas de cejas altas” o un “monarca rosa hecho al fracaso”[74]. En la historiografía francesa, algunos análisis también hacen alusión a la capacidad que tuvo F. Mitterrand de movilizar a universos ideológicos muy diversos, como comunistas y gaullistas. Sin embargo, eso lo entienden como otro de sus logros y no como una consecuencia exclusivamente de la división de la derecha[75].
En segundo lugar, la prensa también reconoció la importancia de este cambio para las dinámicas políticas y económicas a nivel internacional. Desde finales de la década de los setenta se había ido imponiendo el neoliberalismo en todo occidente. En 1979 Margaret Thatcher se alojó en el número 10 de Downing Street y pocos meses después Ronald Reagan haría lo propio en la Casa Blanca. Con la victoria de Mitterrand aumentaron las dudas sobre qué modelo de organización acabaría imponiéndose, en un momento en el que estaba aumentando la rivalidad en la Guerra Fría. En ese marco, el socialismo trataba de romper la dialéctica entre capitalismo y comunismo. Y, al mismo tiempo, la CEE se encontraba bloqueada por la negativa británica de mantener sus aportaciones a la PAC y por el intento francés de ralentizar la ampliación de la CEE hacia el sur, mientras no se resolvieran los problemas del presupuesto agrario[76]. Tampoco se puede olvidar que en esa coyuntura el laborismo británico venía de triunfar en las elecciones locales. Y, al mismo tiempo, Benedetto Craxi en Italia, Olof Palme en Suecia y Felipe González en España estaban aumentando sus expectativas electorales en sus respectivas sociedades. Por todo ello, la llegada de Mitterrand al Elíseo fue entendida como una oportunidad para demostrar que la salida de la crisis económica también podía hacerse desde candidaturas socialistas. Francia se convirtió de esta manera en un laboratorio de medidas progresistas en una Europa en la que hasta el momento se estaba optando mayoritariamente por la austeridad conservadora para salir de la depresión. Josep Ramoneda, desde La Vanguardia, afirmó que ese cambio de Gobierno:
“era una prueba decisiva para la opción por el socialismo y por la libertad que él representa. Su éxito podría abrir el camino a una forma moderna de organizar las sociedades libremente. De ahí la responsabilidad histórica que han contraído el propio Mitterrand”[77].
Desde Diario 16 advirtieron que “la victoria de Mitterrand puede ser el primer paso, a escala europea, hacia el fin de la hegemonía de los partidos conservadores”[78]. Gonzalo Pérez de Armiñán, catedrático de economía política, realizó un análisis muy exhaustivo para tratar de mostrar dónde podían estar las claves del éxito en las nuevas políticas socialistas: “Francia se ha colocado en el centro del escenario y está dispuesta a interpretar una obra nueva: una política que quiere ser socialista dentro de una economía de mercado y en régimen de libertades democrática”[79]. Una parte importante de estos comentarios sirvieron para demostrar que el socialismo era una alternativa a los partidos conservadores y que sus políticas y propuestas estaban encuadradas dentro de las dinámicas internacionales y, que, por tanto, los argumentos que aparecían desde los diarios más reaccionados no tenían ningún fundamento. Pese a la fuga de capitales producida los días inmediatamente posteriores a las elecciones, el presidente electo tranquilizó a los mercados y la situación volvió a la normalidad bursátil[80]. En ese sentido, el editorial del diario católico Ya del 12 de mayo llamaba a la tranquilidad internacional: “En Europa, los nuevos aires que se respiran en uno de sus más importantes componentes no tienen por qué preocupar demasiado”[81]. El editorial de El País del mismo día también buscó normalizar la victoria socialista francesa: “Mitterrand ha sido varias veces ministro, a veces con Gobiernos de la gran derecha (Laniel), sin manifestarse como un revolucionario”[82].
El cambio político en Francia suponía un punto de inflexión en el orden económico que dominaba Europa y EEUU en aquellos momentos. Al mismo tiempo, también se vivió como una transformación en el marco geoestratégico occidental en una coyuntura en la que había aumentado la tensión de la Guerra Fría desde la llegada de R. Reagan. Además, como se ha comentado en este mismo apartado, la CEE se encontraba bloqueada por la falta de entendimiento de sus diferentes miembros, por las diferencias entre los intereses nacionales de cada socio y los intereses comunitarios y por las dificultades del propio entramado interno de toma de decisiones comunitarias. Los diarios españoles, cada vez con mayor interés, trataban de explicarle a la sociedad cómo funcionaba el marco internacional y qué juego de poderes eran los que determinaban los comportamientos de los diferentes estados. En este sentido, numerosos artículos plantearon que la llegada de François Mitterrand al Elíseo podía alterar la agenda internacional a comienzos de los ochenta. Y todo ello pese a que una de las primeras declaraciones fue dirigida a mostrar cierta continuidad en política exterior con el objetivo de tranquilizar a las grandes potencias[83]. Los periódicos se interesaron por cómo había sido recibida la victoria de François Mitterrand en el resto del mundo. Gran parte de los artículos coincidían en sus análisis. Señalaban que en Bonn se estaba viviendo el cambio con incertidumbre[84]. El canciller alemán, Helmut Schmidt, y el último presidente de la República, Valéry Giscard d´Estaing, habían mantenido una buena relación personal y política. Ante esa situación, según los diarios españoles, desde el Bundeskanzlerin habían apostado por la victoria del candidato centrista. Y todo ello pese a que Mitterrand y Helmut Schmidt se encontraban juntos en el marco de la socialdemocracia europea, aunque con importantes diferencias entre ellos. Los diversos analistas políticos internacionales de El País, de La Vanguardia y de El Diario Vasco, entre otros, también coincidían en sus valoraciones sobre cómo había sido acogido el cambio político en Gran Bretaña[85]. La llegada del socialista al Elíseo era una buena noticia para Margaret Thatcher por dos motivos. En primer lugar, la relación personal entre la Premier británica y Giscard d´Estaing nunca había sido demasiado cordial[86]. En segundo lugar, esa posible fractura del eje franco-alemán les permitiría alcanzar un mayor protagonismo en la CEE y, al mismo tiempo, les acercaba a la RFA. Desde El País aseguraban que la “dama de hierro” había “valorado positivamente la victoria de Mitterrand”[87]. Y desde El Diario Vasco consideraban que el cambio político en Francia era positivo para Gran Bretaña debido a la “mala relación que tenían con Valéry Giscard d´Estaing”[88]. También coincidieron en los análisis sobre las hipotéticas preocupaciones norteamericanas relacionadas con el contexto de la Guerra Fría. Ángel Zúñiga, en un artículo en La Vanguardia, titulaba “Nueva York: temor por la eventual influencia del PC”[89]. Y Juan Pedro Quiñonero, entonces corresponsal de Ya en Paris, centró una de sus crónicas en el “posible cambio de tono y contenido en las relaciones Francia-EEUU”[90].
El interés de la prensa sobre las reacciones de esos tres países estaba relacionado con los objetivos internacionales de España: entrar en las Comunidades Europeas y lograr mejores relaciones con la Organización del Tratado del Atlántico Norte y con EEUU. Sin embargo, otras cuestiones internacionales que para Francia estaban siendo muy importantes, apenas aparecieron en la prensa española. El interés que mostraron los diarios españoles en las reacciones, por ejemplo, de los países árabes fue menor, pese a que en Francia sí estaba teniendo mucha repercusión[91]. La simpatía que había mostrado el nuevo presidente por el Estado de Israel aumentó la tensión en el mundo árabe. El diario Al Quabas, por ejemplo, afirmó: “La France ait choisi un président officialement sumpathisant de l´état d´Israel”, lo que provocó que Mitterrand tuviera que enviar dos emisarios a estos países para calmar los ánimos y asegurarles que no habría cambios en las relaciones bilaterales[92]. De igual manera, trató de mostrar que en la política exterior socialista existiría cierta continuidad con respecto a los presidentes anteriores[93]. Ese intento del nuevo gobierno de tranquilizar a las principales cancillerías mundiales fue muy importante. En la prensa española, como se ha podido comprobar, hubo numerosos artículos en esa línea. Lejos de las visiones más ideologizadas, del contexto de la Guerra Fría y de los intereses nacionales españoles, reconocieron que la llegada de Mitterrand no supondría cambios en las dinámicas internacionales, ni tampoco en el funcionamiento interno de su país.
- Conclusiones
El impacto que tuvo el cambio político en Francia en los diarios españoles demostraba que el periodismo estaba tratando de adecuarse a la nueva coyuntura democrática y europea, en la que el factor internacional era muy importante. A pesar de los esfuerzos por integrarse en las dinámicas exteriores, como se ha podido comprobar, prevalecieron las visiones ideológicas, partidistas y nacionales, lo que mermó la vertebración de una política de Estado en materia internacional. Incluso en este tema, que hubo unanimidad entre los grupos parlamentarios para aplaudir el cambio en Francia, los periódicos no se despojaron de las visiones dependientes del eje izquierda-derecha.
La semana siguiente a los comicios en Francia, como se ha mostrado en el artículo, los diarios dedicaron numerosos esfuerzos a analizar el impacto que iba a tener la llegada de François Mitterrand al Elíseo, tanto en España como en el extranjero. En la mayoría de los casos, los artículos asumieron el cambio político y esperaron, con optimismo, una renovación en las relaciones bilaterales. Sin embargo, estas visiones pronto se vieron superadas. En junio, gran parte de los diarios observaron con pesimismo la negativa francesa de la extradición de Tomás Linaza, lo que sirvió a la prensa para endurecer las tribunas y editoriales contra el país vecino y presionar al Gobierno para romper relaciones con Francia[94]. A corto plazo las relaciones se mantuvieron tensas y hubo que esperar a finales de 1983 para celebrar un primer acercamiento entre España y Francia.
Ce texte existe également en français : https://www.mitterrand.org/monsieur-le-president-il-existe-des-raisons-pour-nous-rejouir-de-votre-triomphe1-la-victoire-de-francois-mitterrand-et-la-presse-espagnole-mai-1981.html
[1] Editorial Diario 16, “Monsieur le president”, 11-5-1981.
[2] MOLINERO, Carme, e YSÀS, Pere, La transición. Historia y relatos, Madrid, Siglo XXI, 2018. CASALS MESEGUER, Xavier, La Transición Española: El voto ignorado de las armas, Barcelona, Pasado&Presente, 2016.
[3] TUSELL, Javier, Dictadura franquista y democracia, 1939-2004, Barcelona, Crítica, 2005; RODRIGO, Fernando: “La inserción de España en la política de seguridad occidental”, en GILLESPIE, Richard; RODRIGO, Fernando; y STORY, Jonathan (eds.), Las relaciones exteriores de la España democrática, Madrid, Alianza, 1995. Roberto Mesa, por el contrario, defiende la coherencia del modelo de la política exterior en ese periodo. Sostiene que, desde 1977, “existía un diseño muy claro de lo que sería nuestra acción diplomática en los meses, incluso años, venideros”, en MESA, Roberto, “La normalización exterior de España”, COTARELO, Ramón (Comp.), Transición política y consolidación democrática, Madrid, CIS, 1992, p. 144. FERNANDEZ, Mónica y QUIROSA-CHEYROUZE, Rafael (eds.), La Transición española y sus relaciones con el exterior, Madrid, Sílex, 2021.
[4] LAFUENTE DEL CANO, Jorge, Leopoldo Calvo-Sotelo y Europa. Historia de una convicción política y económica, Madrid, Silex, 2018.
[5] Sobre las relaciones bilaterales: TROUVÉ, Matthieu, L’Espagne et l’Europe. De la dictadure de Franco à l’Union européenne, Bruselas, Peter Lang, 2008; SANCHEZ, Esther, “Los grandes proyectos de la industria francesa en España en tiempos de Mitterrand y González (1981-1986)”, Historia y Política, 44 (2020), pp. 369-401; DELGADO, Lorenzo, “La convergence des gouvernements socialistes de la France et de l’Espagne”, en Damián A. GONZALEZ, Sergio MOLINA y Manuel ORTIZ (eds.), L´adhésion de l´Espagne à la CEE, Bruselas, Peter Lang, 2020, pp. 79-106 ; MOLINA, Sergio, Una llave para Europa: el debate agrario franco-español y la adhesión de España a la CEE, 1975-1982, Ministerio de Agricultura, pesca y Alimentación, 2020.
[6] FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ-CUESTA, Juan Manuel, Periodistas y diplomáticos en la transición española, Madrid, Editorial Fragua, 2018.
[7] GUILLAMET, Jaume (Ed.), Las sombras de la transición. El relato crítico de los corresponsales extranjeros (1975-1978), Valencia, Publicacions de la Universitat de València, 2016.
[8] SAHAGÚN, Felipe, El mundo no fue noticia. Corresponsales españoles en el extranjero: la información en España, Madrid, Fundación Banco Exterior, p.15.
[9] ATTALI, Jacques, Il y aura d´autres jolis mois de mai, Paris, Fayard, 2021.
[10] NIÑO, Antonio, “Uso y abuso de las relaciones culturales en política internacional”, Ayer, 75 (2009), p. 26.
[11] Por ejemplo, El País, crítico con el gobierno de Adolfo Suarez, no dudó en arremeter contra su política exterior por considerarla equivocada. (28 de agosto de 1979), “Tribulaciones de nuestra diplomacia”: denunciaba el “cruce de atribuciones y a la superposición de competencias de nuestra acción diplomática dimensiones de aglomeración y confusión dignas de un vaudeville”. QUIROSA-CHEYROUZE Y MUÑOZ, Rafael (Coord.), Prensa y democracia. Los medios de comunicación en la Transición, Madrid, Biblioteca Nueva, 2009.
[12] NEL, Noël, Mai 1981. Mitterrand president, Paris, La documentation française, 1988, p. 11 y 14. Una visión española sobre la mediatización: Carlos Sentis en La Vanguardia, “Caras expresivas, gestos contenidos en TV”, 13-5-1981. Véase el artículo de Feliciano Fidalgo en El País “El triunfo sin reservas de Mitterrand es también el de la publicidad aplicada a la política”, 23-6-1981.
[13] Un análisis interesante de aquellos momentos sobre cómo se construyó la victoria socialista: ROSS George y JENSON Jane, “Strategy and contradiction in the victory of french socialism”, en MILIBAND, Ralph y SAVILLE, John, The socialist register 1981, The Merlin Press, 1981, pp. 72-103.
[14] BABY, Sophie, El mito de la transición pacífica: Violencia y política en España (1975-1982), Madrid, Akal, 2018.
[15] FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, Gaizka, El terrorismo en España: De Eta al Dáesh, Madrid, Cátedra, 2021.
[16] MORÁN BLANCO, Sagrario, La cooperación hispano-francesa en la lucha contra ETA, Madrid, Editorial Complutense, 2002.
[17] PANISELLO, Susana, “Extradiciones de Francia a España: treinta años de envíos”, HAOL, 39 (2016), pp. 29-38.
[18] ABC, 10 de junio de 1981. “Factores electorales y económicos condicionan al gobierno de París”. Enrique Laborde, comentaba que “otras veces hubo extradiciones”, refiriéndose a las alemanas o italianas y concluía: “esto de utilizar dos pesos y dos medidas, no es muy noble que digamos, porque o la ley es la misma para todos o hay que explicar, justificar y razonar el porqué no lo es”. El comentario final era una clara amenaza, porque aseguraba que la Administración francesa abría “un peligroso criacuervos” que suponía un “aviso a los navegantes de lo desconocido”.
[19] CAUCHY, Pascal, op. cit., p. 70.
[20] MORÁN BLANCO, Sagrario, op. cit.; Álvarez-Pérez, Sara, Traverser la muga : enjeux géopolitiques et stratégies d’internationalisation d’Euskadi Ta Askatasuna (1959-1979), Thèse doctoral, Université Nantes, 2019.
[21] MOLINA GARCÍA, op. cit.
[22] NUÑEZ PEÑAS, Vanessa, Entre la reforma y la ampliación (1976-1986). Las negociaciones hispano-comunitarias en tiempos de transición y approfondissement, Tesis Doctoral, Universidad Complutense de Madrid, pp. 231-256.
[23] Entrevista realizada a Daniel de Busturia por miembros del SEFT 5 marzo 2021.
[24] El País, 12 mayo de 1981. Pablo Sebastián titulaba “Giscard, cuatro años de tensión con la España democrática”, y en El Diario Vasco, en esa misma fecha, Antonio Papell señalaba “Frente a lo conocido de Giscard ahora se plantean nuevas expectativas”.
[25] Editorial El País, “Mitterrand, la victoria sobre el miedo”, 12-5-1981.
[26] José Colchonero en, Ya, “Francia impondrá un nuevo compás de espera al ingreso de España en la CEE”, 12-5-1981.
[27] Hoja del Lunes, “Francia votó socialista”, 11-5-1981 –
[28] La Vanguardia, “Mitterrand propone un diálogo directo con España”, 12-5-1981; Otro ejemplo: Jiménez de Parga en La Vanguardia, “Con Mitterrand cambia nuestra circunstancia”, 13-5-1981.
[29] Luis Permanyer en La Vanguardia, “Mitterrand el obstinado”, 15-5-1981.
[30] Editorial Diario 16, “Monsieur le president”, 11-5-1981.
[31] Sergio Vilar en Diario 16, “La izquierda viable”, 29-5-1981; Fernando Morán en Diario 16, “La Francia profunda”, 15-5-1981.
[32] BRÉMOND, Joël, Le sentiment antifrançaise dans l´Espagne postfranquiste, Thèse doctoral, Paris, Université parís Sorbonne IV, 1994.
[33] Cambio 16, nº 494, “Con España, pocos cambios”, 18-5-1981.
[34] El Alcázar, “España, más lejos de la CEE”, 12-5-1981.
[35] Ismael Medina en El Alcázar, “El mal francés”, 12-5-1981.
[36] “Rapport R. Delaye: Attitude espagnole vis a vis du Nouveau gouvernement français”, 26-5-1981. AMAE, 1930INVA/5167.
[37] BRÉMOND, Joël, op. cit.
[38] Cambio 16, “Francófilos y francófobos”, nº 490, 20-4-1981,
[39] El Alcázar, “El frenético fru-fru de los afrancesados”, 12-6-1981.
[40] En España ese refrán es traducido por “cuando veas las barbas del vecino cortar, echa las tuyas a remojar” y fue utilizado por Lorenzo López para definir la situación de la derecha española tras los comicios franceses: Quand on voit brûler la maison du voisin, on a raison d’avoir peur
[41] CORDERO OLIVERO, Inmaculada “Lo que no debe ser. La revolución portuguesa en la prensa española”, en LEMUS, Encarnación, ROSAS, Fernando y VARELA, Raquel, El fin de las dictaduras ibéricas, Sevilla, Centro de Estudios Andaluces, 2010, pp. 63-86; SÁNCHEZ COLLANTES, Sergio, “El tratamiento informativo del comienzo de la Revolución de los claveles en el diario ABC”, en LUÍS, Rita, SOUTELO, Luciana e SILVA, Carla Luciana (coord.), A revolução de 1974-75: repercussão na imprensa internacional e memória(s), Lisboa, Instituto de História Contemporánea, 2015, pp. 30-46.
[42] ORTIZ HERAS, Manuel, “Nuevos y viejos discursos de la Transición. La nostalgia del consenso”, en Historia Contemporánea, 44 (2012-I), págs. 337-367. Concretamente, con motivo de la presentación de la moción de censura del PSOE contra el gobierno el diario Ya, el 22 de mayo 1980, publicaba un artículo en el que explicaba el final del entendimiento que habría caracterizado la primera etapa de la transición.
[43] HUNEUS, Carlos, La Unión de Centro Democrático y la transición en España, Madrid, CIS, 1985.
[44] Eduardo Haro Tecglen en Triunfo, “Mitterrand, Europa, España”, nº8 (junio 1981).
[45] ABC, “Giscard y Chirac se enfrentarán en las elecciones legislativas”, 13-5-1981; CAUCHY, Pascal, L´élection d´un notable. Les coulisses de mai 1981, Paris, 2011, pp. 198-206.
[46] FAVIER, Pierre y MARTIN-ROLAND, Michel, La decennie Mitterrand. Les ruptures, 1981-1984, Paris, Point, 1990, p. 35.
[47] Sartorio en ABC, “¿Qué ha pasado en Francia?”, 24-6-1981.
[48] Pedro Rodríguez en ABC, “El aviso”, 12-5-1981.
[49] Lorenzo López en ABC, “Las barbas del vecino”, 12-5-1981.
[50] Ya, “La elección de Mitterrand”, 12-5-1981.
[51] JASA en El Alcázar, “La lección francesa, o cómo un gobierno de centro es la antesala del marxismo”, 17-5-1981.
[52] Gómez Tello en El Alcázar, “El sí, pero… de Chirac”, 8-5-1981.
[53] El Alcázar, “La otra Francia”, 23-6-1981.
[54] En todo caso, la posible presencia comunista en el gobierno no pasó desapercibida en ningún medio como era de esperar si apreciamos el contexto. ABC, 23-6-1981, “Alivio en Washington por la derrota del PC francés”, La Vanguardia, 13-5-1981, “Preocupa la presencia de ministros comunistas”, y en El País 23-6-1981, “Posible presencia comunista en el gobierno francés”, donde Fidalgo comenta las “desventajas” de la participación comunista. En clave española, desde tribunas progresistas se pretendía poner el foco en la línea a seguir aquí. Así, En Triunfo, junio 1981, Ramón Chao criticaba la estrategia del PCE por alejarse del eurocomunismo, y en El Socialista, 19-5-1981, Federico Abascal, planteaba como necesaria estrategia para el PSOE “separarse de los comunistas”.
[55] Gómez Tello en El Alcázar, “El sí, pero… de Chirac”, 8-5-1981.
[56] José Luis Alcoci en El Alcázar, “El triunfo de Mitterrand”, 12-5-1981.
[57] Editorial El País, “Mitterrand, la victoria sobre el miedo”, 12-5-1981.
[58] El País, “La sociedad francesa apostó por un cambio esperanzador en política y economía”, 12-5-1981.
[59] El Diario Vasco, “El rey y Calvo-Sotelo felicitan al presidente electo”, 12-5-1981.
[60] Antxon Sarasqueta en El Diario Vasco, “La sorpresa Mitterrand y España”, 12-5-1981.
[61] L´Opinió Socialista, 53-54 (2ª quincena 1981).
[62] Algunos ejemplos de crónicas francesas: “La victoire de M. François Mitterrand, c´est encore et tout naturellement, celle d´un parti nouveau qu´il a bâti avec foi, mais aussi celle de toute la gauche qu´il a finalement rassemblée et, au-delà d´elle, de tous ceux qui, las d´un pouvoir à court d´idées, aspiraient au changement » Le Monde, 12-5-1981 ; « Le cocktail du chômage et des diamants, de l´insouciance technocratique et d´une famille encombrante, aura été détonnant » Libération 13-5-1981.
[63] Ramino Cristobal en Triunfo, “Un programa para cambiar Francia”, 8 (junio 1981).
[64] Fernando Jauregui en Diario 16, “Al rey Giscard le falló el pueblo”, 11-5-1981.
[65] M. Jiménez de Parga en La Vanguardia, “Con Mitterrand cambia nuestra circunstancia”, 13-5-1981.
[66] Jiménez de Parga en La Vanguardia, “Con Mitterrand cambia nuestra circunstancia”, 13-5-1981.
[67] Pueblo, “Mayoría de edad para la quinta República”, 11-5-1981.
[68] Feliciano Hidalgo en El País, “Una larga marcha hasta el Elíseo”, 12-5-1981.
[69] ROSANVALLON, Pierre, Notre histoire intellectuelle et politique, 1968-2018, París, Seuil, 2019, pp. 172-175.
[70] La Vanguardia, “Mitterrand, entre el triunfo y la dificultad”, 12-5-1981. Sobre la reconstrucción del PS: CASTAGNEZ, Noëlline et MORIN, Gilles (eds.), Le Parti socialiste d´Épinay à l´Élysée, 1971-1981, Rennes PUR, 2015.
[71] Diario 16, “Monsieur le président”, 11-5-1981.
[72] ABC, “Clara victoria de los socialistas franceses, según todos los sondeos”, 6-6-1981.
[73] El Alcázar, “Los franceses no votaron socialista, sino contra Giscard”, 12-5-1981.
[74] Editorial ABC, “La incógnita de Mitterrand”, 12-5-1981; El Alcázar, “El aviso”, 12-5-1981; Diario 16, “La era Mitterrand”, 11-5-1981.
[75] VVAA, 10 mai 1981: retours sur une victoire, Paris, Fondation Jean Jaurès, 2011, p. 62.
[76] KAHN, Sylvain, Histoire de la construction de l´Europe depuis 1945, Paris, PUF, 2018.
[77] Josep Ramoneda en La Vanguardia, “La prueba decisiva para Mitterrand”, 13-5-1981.
[78] Diario 16, “La hora de los socialdemócratas”, 11-5-1981.
[79] Gonzalo Pérez de Armiñán en Ya, “La alternativa socialista”, 30-6-1981.
[80] Eduardo Haro Tecglen en Triunfo, “Mitterrand, Europa, España”, Triunfo, 8 (junio 1981).
[81] Editorial Ya, “Mitterrand o el cambio”, 12-5-1981.
[82] Editorial El País, “Mitterrand, la victorial sobre el miedo”, 12-5-1981.
[83] CAUCHY, Pascal, op. cit., p. 233.
[84] La opinión francesa : FAVIER, Pierre y MARTIN-ROLAND, Michel, op. cit., p. 47; Pueblo, “Lo que Mitterrand podría cambiar”, 13-5-1981; El País, “Una larga marcha hasta el Elíseo”, 12-5-1981.
[85] El País, “La elección sorprendió a Europa”, 12-5-1981; Ya, “Gran Bretaña teme que los comunistas participen en el Gobierno galo”, 12-5-1981.
[86] BARATIER-NEGRI, Laurence, Valéry Giscard d´Estaing et le Royaume-Uni, Paris, Sorbonne Université Presses, 2018.
[87] El País, “El Reino Unido jugará un papel activo entre París y Bonn”, 12-5-1981
[88] El Diario Vasco, “La elección sorprendió a Europa”, 12-5-1981.
[89] Ángel Zuñiga en La Vanguardia, “Nueva York: temor por la eventual influencia del PC”, 12-5-1981.
[90] Juan Pedro Quiñonero en Ya, “Posible cambio de tono y contenido en las relaciones Francia-EEUU”, 26-6-1981. Por su parte, en ABC, 23-6- 1981, “Alivio en Washington por la derrota del PC francés. Prudencia y preocupación en Moscú”.
[91] Algunos de los escasos ejemplos: Feliciano Fidalgo en El País, “La victoria de F. Mitterrand en Francia, un cambio histórico en la política de Europa occidental”, 12-5-1981; L´Opinió Socialista, “Entrevista a Joan Reventós”, nº 53 y 54, 2ª quincena mayo 1981.
[92] ATTALI, Jacques, Verbatim, 1981-1986, Parys, Fayard, 1993, p. 24.
[93] CAUCHY, Pascal, L´élection d´un notable. Les coulisses de mai 1981, Paris, 2011, p. 235.
[94] Cambio 16, “Puñalada a la francesa”, 498, 15-6-1981.