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Extracto de las noticias de televisión de FR3 Aquitaine del 11 de octubre de 1984, del sitio INA/IFM Le Verbe en image.
DISCURSO DE FRANÇOIS MITTERRAND,
PRESIDENTE DE LA REPUBLICA FRANCESA,
ALMUERZO CON REPRESENTANTES DE ORGANIZACIONES AGRICOLAS REGIONALES
BOE – jueves 11 de octubre de 1984
Antes de dirigirme a los responsables agrícolas, diré algunas palabras de agradecimiento al alcalde de Boé, que ha hablado en nombre de todos ustedes. Y agradecerle, no solo a él, sino a todos y a todas que, desde hace mucho tiempo, bajo este hermoso sol, y particularmente a los que han preparado este recibimiento, hasta el punto de reservarme este hermoso poema. Este reconocimiento es también para aquellos que enseñan a los niños. Yo se lo agradezco
Ahora tengo la ocasión de referirme a los problemas agrícolas.
Debido a la niebla que había en Dordoña, difícil de imaginar aquí, no pudimos aterrizar en Périgueux como estaba previsto. Tuvimos que viajar por carretera y no por are. Mucho tiempo perdido sin poder hacer nada. Gracias también a todos los que han sido pacientes. Y ahora a todos, ¡que aproveche la comida! Estoy contento de estar en Boé, al lado de su alcalde, al cual conocía desde hace mucho tiempo. Fui muy sensible a sus comentarios, señor SAINT-MARTIN. Ha expuesto muy rápidamente los problemas de vuestra comuna y lo que desearía para ella. Yo lo he captado bien y creo que he retenido los aspectos más importantes de lo que deseáis. A todos los habitantes de Boé y de sus alrededores les deseo buena suerte tanto para ustedes como para Francia.
Me han dicho que mi discurso es el único previsto. Admito que prefiero que otros también participen, como han hecho en Dordogne y en Agen. Pero, puesto que las cosas son así, y la agenda me obliga a ser rápido, yo seré breve. Debido al mal tiempo, yo no podré exponer todo mi discurso, yo adaptaré cada parte del discurso al tiempo que tengo.
Entre las numerosas preguntas que se podrían tratar en una intervención de cuarenta y cinco minutos, le he preguntado al ministro de agricultura y a mi colaborador Henri Nallet: ¿Cuál debería tratar? Me han dicho que el tema de la ampliación de Europa. No es que el resto de los temas no sean interesantes. (On ne peut pas dire que mes voisins ne m’aient pas « raté » pendant tout le repas). Puedo decir que todo volvió a pasar. Era normal. Frutas y verduras, cargas sociales, mundo vitícola, calamidades…
Solo una nota sobre las cargas sociales que afectan especialmente a los productores de frutas y verduras. Naturalmente, uno no puede liberarse de las garantías otorgadas a los trabajadores o legalizar el trabajo que aparece “en negro”. Pero creo que se puede adaptar la cobertura social a la naturaleza del trabajo realizado. Es en esa dirección en la que trabajan los ministerios competentes, hay numerosos implicados en ese tema. El de agricultura, naturalmente es el que hace esta petición; después, el ministerio de economía y finanzas, el ministro de asuntos sociales. Todo esto es muy complicado. Pero podemos ordenarlo, armonizarlo y es en ese sentido en el que nosotros iremos. La única reflexión que haré, más allá del problema principal, la expondré ahora en pocas palabras.
Estáis en una región que se considera más expuesta [al problema anterior] que otras regiones. En cierta manera esto es así por su proximidad geográfica y por la naturaleza de las producciones agrícolas.
Si hiciera un discurso bien estructurado, comenzaría exponiendo aquello por lo que la ampliación [de la CEE] sería difícil para nosotros, aquello que vosotros tendréis que soportar. Y, en una segunda parte, yo diría por qué la ampliación nos serviría. Y, para concluir, de acuerdo con mi opinión, diría que la balanza se inclina hacia el lado de la ampliación.
Estoy obligado, por la cuestión que estoy tratando y por el tiempo que tengo, a mezclar las dos partes del discurso, algo que aprendí en el colegio.
Lo que es cierto es que la negociación para la ampliación a España y a Portugal se ha comprometido y ya no se puede eludir. Se puede decir “si”, se puede decir “no”, pero no se puede evitar. Hay que saber decir “no”, si se dice “no”. Y si se dice “sí”, hay que tomar precauciones. No se puede evitar, porque España y Portugal son dos países de Europa. Se podría afirmar, a pesar de lo pequeño que es Portugal y a pasar de una cierta debilidad económica de España, los dos son grandes países europeos. Imaginaros lo que representa su cultura y su aportación a la historia.
Todo lo que significa hoy en día su lengua, su cultura en América Latina y en otros lugares que hace de las lenguas hispánicas las primeras del mundo. Por delante de la lengua inglesa, aunque en un plazo relativamente breve. Por todo ello, estos países forman parte de Europa y deben ser de Europa. Sería un error por nuestra parte [no incluirlos].
Rechazar, expulsar a España a buscar otros circuitos comerciales es una manera de asegurar que tendrá una relación privilegiada con EEUU. Esto ya ha ocurrido y la Comunidad [CEE] lo puede corregir en el mundo Mediterráneo, sobre todo en el mundo árabe. Eso implica la puesta en marcha de unas políticas generales. No me refiero a una política española, que no son nuestras competencias y que yo no voy a tratar. Con el trabajo de la diplomacia se pueden plantear preguntas al resto de Europa. Hay un interés obvio en vincular España a Europa como había interés por vincular la RDA a Europa, aunque por otros motivos.
Vosotros me diréis que todavía debemos hacer una Comunidad [CEE] que funcione y que su funcionamiento no sea siempre a costa de ella misma y, en cualquier caso, que no sea en detrimento de Francia. La Comunidad debe defender sus propios intereses y el Gobierno debe responder a ellos.
Lo he dicho en Agen: en el plano industrial hay algunos problemas con España. Pero no son problemas mayores. Podemos pensar que con los impuestos aduaneros de 1970 nosotros tendremos ventajas en la actualidad.
En lado agrícola, al contrario, el problema es mayor. Proximidad e identidad geográfica [son dos de las cuestiones]. [Ambos países] producimos vino, fruta y verduras y alguna otra cosa. Pero para los cereales, el problema es diferente.
¿Qué podemos hacer para aquellos productos que tienen las mismas condiciones comerciales que los nuestros dentro del mercado europeo? Sabemos que las cargas sociales y fiscales de estos países son menores que las nuestras y que en el interior de la Comunidad.
Por eso estamos en nuestro derecho de pedir que se igualen las condiciones, una competencia leal. Ese es el debate actual. El Gobierno que he constituido, según nuestros objetivos, es favorable a la adhesión. Pero no estamos dispuestos a lograr ese objetivo a cualquier precio. Si estamos a favor es porque hemos presupuesto que nuestras demandas [a la CEE para la integración] son razonables. [La adhesión] no se puede hacer por ultimátum o por “diktat” porque no tendría sentido. El orgullo español, con razón, se negaría a ello. E imaginaros que esa misma situación nos ocurriera a nosotros.
He hablado de la legislación social, de la legislación fiscal, es decir, de los precios [de la adhesión]. Pero hay que tener en cuenta que actualmente Europa está revisando su política agraria a la baja porque está endeudada. Abrumada por el número de desempleados (Francia cuanta con desempleados, pero Europa también tiene bastantes) y también porque las posiciones de los países del norte (sobre la PAC) no son las que tenían en los primeros años de la CEE. Los países del norte se han garantizado sus producciones, sus mercados funcionan bien. Y todo aquello que viene del Mediterráneo es un incordio. Me viene a la cabeza el debate que existe desde hace tiempo sobre los aceites vegetales.
Si hablamos del vino, de las frutas y verduras, de las flores y de otros muchos productos, nos encontramos con que Alemania, Gran Bretaña, Holanda y Dinamarca no nos entienden. Para hacernos entender, tenemos una diplomacia paciente y tenaz puesta en marcha por el ministro de agricultura (con el relevo del ministro de asuntos europeos) con mucho criterio y energía. Es un tema que en el que hay que insistir continuamente como una media que se rasga.
Tenemos que estar atentos y evitar una coalición de los países del norte, especialmente de los más grandes. Podemos decir que, afortunadamente, y poner “afortunadamente” entre comillas si es un texto escrito, porque tienen los suficientes litigios entre ellos como para estar tranquilos ante ese tipo de dificultades [unión de los países del norte].
Simplificando: el vino, las frutas y las verduras… no nos olvidamos del vino, pero no es el tema de discusión hoy, ya lo diré más tarde en Languedoc, por ejemplo, o, porqué no en Pyrénées Atlantiques. Pero también está el tema de la pesca, que es un dossier muy voluminoso y, posiblemente el más complicado a resolver.
Para las frutas y las verduras nosotros tenemos ya un acerbo [una parte conseguida]. Es la primera [modificación] de la organización de los mercados desde la organización del Mercado Común Agrícola. Ha sido un acuerdo que ha obtenido el ministro de agricultura después de varios días y varias noches de debate. Esa negociación la ha ganado el ministro y consideramos que es muy positiva desde el punto de vista francés. El acuerdo no se corresponde a todo lo que nos hubiera gustado, pero ¿Quién pretende obtener todo lo que desea en un Comunidad de diez miembros, donde se tiene la mala costumbre de arreglar muchos de los problemas por unanimidad? Tengan en cuenta que debemos estar contentos porque esa regla [voto por unanimidad] nos ha protegido. Pero es una manera de ver las instituciones europeas, que también tiene su riesgo. A fuerza de tomar precauciones en la Comunidad, cada país, por su propia cuenta, ya no habrá una Europa.
La pregunta preliminar que les debería haber hecho es la siguiente: ¿Ustedes quieren que Europa continúe o que no continúe? La respuesta es la misma en toda Francia (viajo y me muevo por todo el país): “Sí, sí, sobre todo preservemos el Mercado Común”.
El Mercado Común está compuesto por diez miembros. Antes era a seis. Era más cómodo, algunos lo vivisteis. Era más fácil porque los seis estaban involucrados en la construcción europea. Los países que se incorporaron ya estaban menos involucrados.
Antes de ser presidente de la República propuse algunas clausuras que pensaba que debían imponerse en Europa para que las negociaciones salieran adelante. Sin ellas, la ampliación debía rechazarse. Esas clausuras nosotros las estamos respetando. Por eso os digo que las discusiones, mano a mano, avanzan en el buen sentido a pesar de cientos incidentes y obstáculos. Es como una carrera de salto de obstáculos Y no nos enfrentamos a la primera. Estamos más cerca de la última, pero tenemos que mantener nuestra capacidad atlética.
Y perdemos la carrera. Y el último reglamento, vosotros lo conocéis. La mayoría de vosotros sois agricultores, imagino que de Lot-et-Garonne, y los que no sean de ahí, no serán de localidades muy lejanas. [el reglamento] tiene una carga regional y también nacional.
¿Ese esfuerzo os parece razonable? Yo creo que me diréis que si. Algunos añadiréis: “pero insuficiente” “todavía no es lo necesario” “o lo que debería ser…” “pero ¿qué garantías nos das?”, “puesto que habláis de 10 años, ¿tendremos tiempo para llevar a cabo las etapas intermedias?”. Alguno de vosotros me decía “está usted seguro de que podremos pasar de una etapa a otra”. En el cuadro de las obligaciones subscritas, por los unos y los otros, vosotros no tenéis la llave, no tenéis la llave en vuestras manos. Después de todo, lo que no se ha respetado en cinco años, ¿qué os garantiza que será respetado en diez años? Pero cinco años, vosotros estaréis lo suficientemente involucrados para no necesitar dar marcha atrás. Entonces, dentro de diez años puede ser un fracaso: observación razonable.
Por eso nosotros observamos el proceso a la inversa del que fue adoptado en 1972. Tratamos de que el máximo de convenciones, obligaciones mutuas, contractuales sean tomadas antes de la decisión de la ampliación. No piensen demasiado en lo que vendrá después, porque luego se crean condiciones que obedecen a otros intereses, que no son necesariamente los intereses agrícolas. Cuestiones de carácter internacional, estratégico, intereses industriales o comerciales o de otra naturaleza. Todos ellos vienen a obstaculizar la política agraria comunitaria. Hay que evitar que las coaliciones de ese tipo arruinen a la Europa agrícola y al mercado común agrícola. Por tanto, hay que arreglar esas cosas antes.
Nosotros hemos podido generar malestar en España y lo hemos hecho al tomar estas precauciones. No hemos pretendido despreciar a los españoles o darles un trato singular o de inferioridad. ¡no, no es eso! Es porque pensamos que la vida es poderosa y que si hay una sociedad, unas instituciones, unos contratos es porque la vida es poderosa. Los problemas no aparecen al día siguiente como lo hicieron el día anterior! Debe haber puntos de acuerdo que solo puedan renegociarse con un acuerdo común. Sin ellos no hay ley, no hay reglas comunitarias y, finalmente, es la ley de la selva.
Personalmente creo que este acuerdo sobre frutas y verduras debe permitirnos aceptar la adhesión. ¿Tomamos dentro de Francia medidas de adaptación precipitadas? Si, no se discute ni se discutirá jamás. Medidas para sostener las producciones agrícolas, particularmente producciones frutícolas. Vosotros lo sabéis bien, en Lot-et-Garonne, que el Gobierno ha intervenido recientemente de manera muy importante, lo que ha permitido que ciertas crisis no desembocaran en nuevos dramas, que se hubieran sumado a las dificultades que vosotros ya tenéis. Dificultades de inversión y dificultades que vienen de una naturaleza muy caprichosa.
Sobre el vino, el dosier está menos avanzado, se continúan debatiendo algunas grandes ideas: garantías o no garantías, quantum o no quantum — si se debe comprar a los agricultores su producción, eso implica lo que se denomina quantum, un límite.
La Europa del norte no acepta la noción de los precios de garantía y no aceptará jamás que los precios de garantía no estén sujetos a una cláusula cuantitativa. Esto es lo que pasó con la leche. Esa es la observación amistosa pero firme que les hice a los productores de leche en otros departamentos que tienden a atacar al poder ejecutivo. Yo les he dicho: “no podéis demandar todo al mismo tiempo. Generalmente pedís una filosofía liberal, con libre circulación. Pero cuando se trata de vuestros productos, os mantenéis estáticos y queréis que el Estado os remplace en todo momento. Hay que aclararse, la intervención del Estado, ¿es demasiada o no es suficiente?”. Esas son las grandes discusiones. Pero supongo que aquellos que dicen “hay demasiada intervención del Estado” se quejan cada vez que necesitan su intervención de que no es suficiente, sobre todo en el mundo agrícola, permitirme que os lo diga ya que estamos entre nosotros.
Sabéis que yo he sido diputado de una circunscripción rural durante 35 años. “Conseiller general » de un cantón totalmente rural durante 32 años. Y se de qué hablo cuando hablo de vosotros, los agricultores.
Añado que yo mismo vengo de una familia, como muchos de los franceses de las dos ultimas generaciones, cuyos lazos campesinos son reales. Hasta los 17 años viví en el campo, en una explotación de mi abuelo. Éramos ocho hermanos y hermanas, los padres y los abuelos cuidaban a los niños, la casa estaba a tres kilómetros del primer pueblo, no había suministro de agua, señor SAINT-MARTIN. La hidráulica no sabíamos lo que era. Se trataba de una palabra que no significaba gran cosa en esa zona.
Yo he vivido eso. Estoy completamente comprometido con el progreso y observo el progreso agrario realizado en pocos años, desde después de la ultima guerra y, sobre todo desde hace veinte años, ¡es extraordinario! La toma de conciencia, la organización colectiva en lugar de individual, la capacidad. Y yo no he venido aquí a criticar ni para bromear sobre las personas que trabajan duro y que han demostrado que los franceses son capaces de acercarse con éxito a los mercados internacionales. Nuestra industria agroalimentaria es uno de nuestros buques insignia y cada vez que vemos caer el nivel de nuestras exportaciones agroalimentarios (como acaba de suceder), sabemos que nuestra economía va por el camino equivocado.
Todo ello para deciros que presto mucha atención a todo lo que me comentáis y a los problemas que os afectan.
El vino, España: no tengo las cifras en la cabeza, yo conocía hace no mucho tiempo la suma de la producción española y creo recordar que era de menos de la mitad de la producción francesa, la producción italiana, que es muy sustancial, y siempre olvidamos decirlo, pero también que la producción alemana. Ayer observaba que en todos los debates sobre el vino, Alemania nunca ha dicho nada. Todavía considera que nos creemos que no es una nación productora de vino, a pesar de que, por ejemplo, nos ha distanciado en el mercado americano. No en la suma total de beneficios obtenidos de las exportaciones, porque sus vinos no tienen la calidad de los nuestros, pero sí en volumen. Existen toda una serie de problemas. Hay toda una serie de problemas que le hacen decir que, sino regulamos el sector con precios garantía, corregidos por los quantum para evitar la superproducción, toda Europa pagará lo que no consume. Personalmente os digo que yo los entiendo. Pero incluso sino fuera así, nunca obtendríamos un acuerdo con los países del norte, al norte de Francia. No están muy al norte, pero son Gran Bretaña, Holanda, Dinamarca, Alemania, Bélgica, Luxemburgo, ¡estos suman seis de diez! Naturalmente, Italia y Grecia nos comprenden mejor. No nombro a Irlanda porque no produce vino. Pero aquellos que lo producen son, de alguna manera, nuestra propia competencia.
Durante mucho tiempo no podemos decir que sea un tema concluido, pero hemos tenido éxitos: el vino italiano estaba considerado como el enemigo. Os recuerdo la revuelta de los agricultores del Languedoc-Roussillon. No estamos a salvo de un conflicto como este: el vino siciliano inundaba nuestros mercados, mientras que nuestros stocks se desbordaban. Veíamos llegar el vino extranjero a unos precios de miseria y unos agricultores aplastador por una inaceptable situación social y profesional. Ya hemos corregido eso y hemos llegado al primer acuerdo europeo.
Comencé hablando del primer acuerdo de frutas y verduras que data de noviembre de 1983 y del nuevo acuerdo de la destilación del vino, que fue acordado con el mandato de vuestra predecesora, la señora Cresson [ministra de agricultura 1981-1983]. España produce menos de la mitad de lo que nosotros producimos. Pero puede producir, en pocos años, mucho más que nosotros. Hay que impedir esa situación.
La ampliación significa parar el progreso de esa producción debido a la expansión de la superficie cultivada. Deberíamos encontrar una complicidad amistosa con Italia, pero eso no siempre es así. Cuando nos reunimos con los responsables italianos, ellos están de acuerdo con nosotros. Lo hemos discutido con Craxi, primer ministro, como con Fanfani, con Andreotti, antes con Colombo, el ministro de asuntos exteriores. Ha habido una discusión y ellos comprenden que nuestro propio mercado no soporta la competencia española. Pero cuando estamos en un foro internacional, nos encontramos siempre la misma contienda…
Por lo tanto, es un paso que se debe lograr, sino la ampliación deberá esperar. Hay otras disposiciones necesarias, pero no os las voy a repetir porque no es mi responsabilidad, sino la competencia del Gobierno y yo estoy tratando de intervenir para ayudarlo y para facilitar las negociaciones.
Así, en Fontainebleau obtuve de los otros nueve Jefes de Estado o de Gobierno que el problema del vino fuese incluido en el orden del día de la Comisión como un requisito a tratar antes de la ampliación, sin el deseo del resto de los países, porque los países al norte de Francia han alcanzado cierto equilibrio en su producción agrícola. Ellos se han beneficiado formidablemente del Mercado Común: Alemania se ha construido una agricultura que no tenía gracias al Mercado Común; Gran Bretaña lleva el mismo camino. Entonces, ¿por qué van a querer ellos revisar las garantías, los pagos, los déficits de los aceites vegetales, de las frutas y verduras del Midi de Europa y del vino? Por lo tanto, debe ser luchado: es una negociación extraordinariamente difícil. Deberíamos contar con la colaboración de los tres países mediterráneos y también de Portugal. Pero no lo sabemos todavía porque ellos son clientes de otros productos: su política general tiene otras orientaciones y otras obligaciones.
Nosotros luchamos solos. Y os digo que los gobiernos que he constituido, dando la confianza a los dos Primeros Ministros que he designado, se merecen más elogios de los que reciben. Pero estamos tan acostumbrados a eso, que nos regimos por una dulce filosofía a la que muy pocas cosas le perturban. Excepto si son cosas muy importantes, la pregunta: ¿Qué le sucede a Francia? Eso nos preocupa, si la pregunta se hace en términos negativos.
Las razones para aceptar la ampliación son políticamente esenciales; no tengo ninguna objeción a estos dos países que se han convertido en democracias.
Económicamente tengo reservas, acabo de decíroslo. Y no he hablado de la pesca, que lo haré en otros foros.
El Gobierno francés está en posición de combate, amargo, pero donde él va ganando terreno. ¿Ganará todo el terreno que quiere para los agricultores? No estoy seguro ¿Todo el terreno deseable para que Francia pueda mantener su desarrollo en un Mercado Común ampliado? Sí, de lo contrario no firmaríamos. Eso es lo que puedo deciros.
Por la región en la que estamos, Aquitaine, podría decir lo mismo para Midi-Pyrénées, hay que pensar que hay razones para que la ampliación sea una ocasión de desarrollo para nuestras producciones.
Algunas grandes federaciones agrícolas, no voy a entrar en detalles, pero he observado que la federación lechera ha tenido menos energía que otras a la hora de expresar el rechazo a la ampliación. Puede que sea una impresión, una interpretación, disculparme si me equivoco. Incluso el maíz, señor presidente, me dirá por qué España compra todo a EEUU y casi nada a nosotros. Es cierto, ¡y puede que, en el interior del Mercado Común, España estará más comprometida a comprarnos a nosotros! Los circuitos serán libres y la cantidad que necesitan de maíz es considerable y la calidad de nuestro maíz mejora cada año para ser potente, como se dice.
Es una cuestión puramente económica, pero también hay una consideración geográfica: ¡por el momento, vosotros sois el “culo de la bolsa” de Europa”! Si Europa llegara hasta la costa de África, me atrevería a decir que vosotros os centraríais. ¡Y no soy un maniático de la reorganización [europea]! En absoluto, pero no sé porqué hay gente que sí se lo plantea. Además, hay que decirlo: no hago mucho por eso; si no, me entusiasmarían más los del otro lado, que también podrían acercarse a este famoso centro.
Es cierto que la fundación del Mercado Común, con todos los trastornos políticos que generó, dio lugar a una fuerza comparable con la de los grandes imperios. La Europa de diez tiene una potencia comercial más importante que los EEUU y que la URSS. ¡Normalmente lo olvidamos! tenemos un complejo de inferioridad. Y no obtenemos todos los beneficios porque no tenemos una unión política lo suficientemente fuerte.
En las negociaciones internacionales, no encontramos muchos aliados. Y nosotros mismos, “europeos”, nos peleamos. Es una lástima. Es necesario que Europa se convierta en una realidad política y tengo la confianza suficiente en Francia para saber que, en el seno de esa entidad, jugará un rol preeminente.
Mirad lo que sucede en la mayoría de las instituciones internacionales. Francia cuenta en todos, independientemente de cuales sean los gobiernos, cuales sean las mayorías, porque todos ellos representan a Francia y [este país] siempre tiene un lugar eminente. Y siempre hay que lucharlo.
Nosotros tenemos una gran historia reconocida por el resto del mundo. Nuestra situación con respecto al tercer mundo es fuerte, nosotros tenemos ventajas.
Agen, Toulouse, Bordeaux, Pau, etc. Son regiones, departamentos y ciudades que se van a encontrar en el ligar de paso de una Europa ampliada hacia el sur y que ya existía hacia el norte: Francia se encontrará en el punto de inserción.
¡Meditar las cosas! Yo comento para terminar con la ampliación, si se trata de la voluntad del Gobierno de la República, cualesquiera que sean las opiniones expresadas aquí y allá, nosotros la defendemos.
En segundo lugar, lo queremos a un precio razonable que proteja los derechos razonables de los productores que tendrán que jugar bien sus cartas.
Cuando digo razonable, quiero decir que no es soportable que siga habiendo una competencia desleal en condiciones de inferioridad. Aquí tenemos leyes sociales y fiscales más equitativas que en otros lugares. Y eso no sería aceptable.
La ampliación nos parece una necesidad política, y no nos paree para nada un drama económico si se sabe hacer y si hay voluntad suficiente. Se necesitan ajustes, pero para esos ajustes estamos bastante solos, lo que demuestra que la ampliación se logrará mediante la voluntad y el conocimiento de los temas. No estamos desposeídos.
Todo esto es lo que quería deciros. Sé que todos mis comentarios son muy discutibles y discutidos por la opinión pública que los transmiten y que no siempre están decididos a apoyar mis acciones.
Pero prefiero decir lo que pienso, es una manera de respetaros. Gracias.